sábado, 27 de septiembre de 2008

La cachetada


Entre lo que sos y lo que soy hay una ínfima pero inalterable similitud,
y una burocrática e inquebrantable diferencia.
Vos, yo, y la somera distancia,
que se ejecuta y ensancha aún cuando caminamos al lado;
es filosa;
feroz;
ahora sí, haz me un favor,
algo accesorio que lo habrás hecho con cuanto degenerado se te cruzó.
Algo que a veces te habrán hecho.
La exterioridad que necesito para convencerme de tu ineludible confesión.
Golpéame,
cambia la angulación de mi rostro con un simple manotón.
Hazme sentir el dolor seco, que dura segundos,
para después desaparecer bajo la sombra de una marca.
Apalea mi mejilla de golpe y sin presión,
con toda la fuerza que te surja de la bronca acumulada por cuanta cosa que hice,
que nunca supe aguantar.
Te va a tomar escasos segundos,
pero me va a liberar de volver a la molestia de tu irónica amabilidad,
y a la angustisa ausencia de gesto/palabra/reacción.
Un golpe apenas que selle por sentado y por violento cualquier posibilidad,
que nos aparte groseramente del oscurantismo,
de la espera,
de la quietud con mirada zumbante desprovista de carácter,
de la ambivalencia indiscreta que me presta la ignorancia
frente a el apacible estado del sujeto sin nombre.
MFL

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